La comunicación puede liberar u oprimir: ineludible rescate del gran legado del Maestro Juan Díaz Bordenave
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Por Miryam Flecha
Desde 1994 Ciudad del Este ha recibido a varias generaciones de egresados de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UNE. La carrera sigue atrayendo a muchos jóvenes que no se han resignado a la difícil vida campesina sin acceder a la palabra, a las letras, la tecnología, la cultura y a las artes, en medio del aislamiento tras los kilómetros sin fin de caminos de tierra y sin salida para la fatigosa producción agrícola familiar, cada vez más arrinconada dentro del inmenso enclave sojero como es Alto Paraná.
El desarraigo rural o de las periferias urbanas implica para los jóvenes una aventura no menos adversa. Por un lado, reinician el vía crucis para financiar su estadía en la ciudad e iniciar la carrera preferentemente en la universidad pública, no exenta de costosos aranceles.
En este contexto, hay muchas historias no contadas de estoico sacrificio, como universitarios trabajadores desde empleadas domésticas a lavadores de coches, mesiteros, depositeros o en el mejor de los casos, empleado/a de comercio.
El privilegio de trabajar en un comercio es generalmente a riesgo de involucrarse con el denigrante mundo de la prevalencia de explotación sexual a costa de la oportunidad laboral en la “capital económica” del país. Los índices de denuncia contra violación de derechos laborales denotan que existe una mayoría de patronal extranjera injusta en el vertiginoso emporio comercial, una especie de estigmatización fundamentada contra los comerciantes a gran escala que solo se podrá cambiar por un cambio de mentalidad y el cumplimiento formal del rol por parte de las instituciones de un estado de derecho.
Las aspiraciones muy humanas de los egresados de ejercer una profesión ligada a la defensa de la democracia, la libertad de expresión, el derecho humano a la comunicación y al acceso de la información pública, se truncan en el escaso y limitado campo laboral donde los medios de comunicación están concentrados en manos de pioneras familias políticas que a la vez tienen ingentes inversiones en la educación privada y están ligadas al poder político hegemónico o de las cadenas de medios comerciales que dominan desde la capital, acomodando a su favor voz, votos y privilegios.
Esta situación obliga a los nuevos profesionales a resignarse a aplicar su preparación académica en otros campos laborales y generalmente a iniciar otra carrera universitaria como Derecho e inclusive una rama totalmente diferente a la de las Ciencias Sociales. Gradualmente, hay una inserción laboral en la comunicación institucional o empresarial en los ámbitos públicos y privados.
La huella imborrable del Maestro Juan
En este proceso histórico emergió la figura del reconocido Maestro paraguayo Juan Díaz Bordenave, uno de los artífices de la concreción de las Maestrías en Comunicación para el Desarrollo y Ciencias Sociales, que aglutinaron a toda una generación de intelectuales que en su marcha hacia el Este dejaron huellas en la escuela de Posgrado de la UNE, para incidir en el cuestionamiento de un modelo colonialista de educación al que responde un mismo modelo de comunicación. Esta perspectiva coincidió con el cambio político instaurado en el 2008 con Fernando Lugo con una especie de réplica en Ciudad del Este, al romperse una hegemonía familiar en el poder político con la victoria del joven Miguel Prieto en las elecciones municipales del 2019, tras la destitución de Sandra de Zacarías luego de una sostenida lucha ciudadana.
La maestría en Comunicación para el Desarrollo y Cambio Social por la que se sacrificaron el Maestro Juan y la mayoría de sus discípulos y colegas académicos, apuntaba a altos objetivos: amplio conocimiento de las ciencias humanas y sociales en general, especialmente de la comunicación, de la semiótica, la educación, la psicología, la antropología, la sociología, la economía, y los distintos procesos de administración y de gerencia social. Igualmente, de los principios y técnicas de la investigación social, y la aplicación de dichas áreas al estudio de los procesos de comunicación asociados al proceso del desarrollo y el cambio social y cultural. Habilidad para identificar necesidades comunicacionales de la población y formular estrategias de comunicación para satisfacerlas. Valoración del protagonismo informado y organizado de la población en las decisiones que afectan su destino, como parte de la democracia representativa, participativa y pluralista.
Ni bien murió el Maestro y tras el cambio de autoridades en la Escuela de Posgrado, se cerró la Maestría en Comunicación para el Desarrollo y Cambio Social, y así se inmortalizó la queja del maestro Juan de haber vuelto a un país (su país) patrullado donde la palabra cambio pierde su carácter de universalidad. Un país donde generalmente se boicotean los esfuerzos de los verdaderos patriotas y las personas de bien que buscan una sociedad mejor donde dejemos de explotarnos unos a otros, a través del “partido servidor”, la democracia participativa, la inclusión pluralista, donde ningún maestro compatriota de valía como Él, Augusto Roa Bastos y tantos otros, sean exiliados para que luego sean mirados como extraños por sus propios nietos al volver a la patria o junto a sus familias luego de servir a la humanidad con su ilustre labor académica o literaria como ciudadanos del mundo.
Pese al patrullaje a fuerza de poder mal habido, el legado del Maestro es imperecedero y emergerá desde las conciencias sembradas por el humilde agrónomo que un día dejó la azada como cumpliendo el mandamiento de honrar padre y madre. Pues según él mismo contaba, fue su padre el que le animó a estudiar. Legado que puede extractarse en la profundad de sus enseñanzas socializadas a nivel internacional: ser uno mismo alguna vez, cooperación y solidaridad en vez de competencia cruel, daño y depredación. Frugalidad guaraní en vez del consumo conspicuo o de ostentación.
El Maestro Juan rescataba el poder inmenso del comunicador para transformar la realidad al reconocerla en medio de instancias donde los Estados ya no tienen poder sino las multinacionales, donde hay que contrarrestar el modelo de partido único que reprime a los medios que no sean oficiales. En estos contextos, la comunicación puede liberar u oprimir, según enseñaba.
Por lo tanto, hay que retomar el desafío de la mística de convertirse en el modelo de cambio que un ciudadano, una ciudadana anhelan para su país y su pueblo, la disciplina o coherencia entre ideas y práctica, la pedagogía de partir siempre de la realidad para instaurar los cambios estructurales.
Más que la nostalgia en los corazones de sus discípulos seducidos por los valores que despuntaba desde su perfil interior, sin honores oficiales en su país, el Maestro dejó y volvió a la patria para finalmente entregar sus despojos a la tierra brasileña donde moran los testimonios vivos de su heredad inmaterial. Desde algún lugar sigue siendo el portador del imán propio de admiración hacia un hombre íntegro, justo, humilde, modesto desde la altura del encumbramiento académico internacional, posición de la que jamás se jactó el Maestro en vida, pues el sentido de igualdad con sus semejantes lo transmitía en las aulas al ubicarse entre sus alumnos eludiendo pararse frente a los mismos desde un escalón más.
Entretanto, desde una situación de insatisfacción a causa de los diferentes eslabones de patrullaje, control y enajenación, emerge de alguna manera la disidencia contra el monopolio del espectro radioeléctrico que omite la emergencia de las radios comunitarias en los territorios sociales y tras el paso de los maestros en la aludida marcha, se abre la rendija de esperanza para ir gestando cambios más sustanciales, precisamente en Ciudad del Este, la emblemática puerta de entrada al Paraguay, que desde un plebiscito a partir del 3 de febrero de 1989 omitió llevar por nombre el de uno de los ex tiranos de Latinoamérica.
Desde la verde cuna del sol, CDE, Alto Paraná valgan estas 1412 palabras para expresar un justo homenaje a la memoria de Juan Díaz Bordenave, con el agradecimiento a sus hijos y nietos por la nostalgia acumulada en infinitas ausencias en el hogar de su entrañable Ser que parafraseando a Leonardo Boff nos ha dicho que “no estamos solos en este mundo, que hay una Fuerza Superior que nos sostiene” y que por tanto, resta asumir la cruz de la liberación del pueblo paraguayo, gastando la vida por los sueños compartidos, convertidos en ladrones de esperanza, bien sea desde la estoica posición de mesitero o periodista de a pie en la tierra sin mal, pero intentando escalar la altura moral de un Maestro de maestros.